“Todo se terminó”, “Sorpresa mundial”, “Día de duelo”,
“Los Beatles se separaron”. Esos eran algunos de los titulares de los
periódicos, no sólo del Reino Unido, sino del mundo. Ante la vista de todos, la
banda había surgido, había revolucionado todo, y con la misma rapidez, había
desaparecido. “El sueño se terminó” dijo John. Y sí, el sueño terminó y una época
también, aunque eso ellos aún no lo sabían.
Eva cerró el periódico y respiró profundamente. Casi
todas las notas eran referidas al mismo tema, y eso sucedía desde hacía tres
días. Apenas corrió la cortina, y vio la pequeña multitud de periodistas que se
apiñaban en la acera. Suspiró otra vez, resignada.
-¿Cómo va todo? –John la saludó dándole un beso en
la frente.
-Bien, supongo.
-Cambiá esa cara, pronto se olvidarán. Ya sabés, una
noticia cubre a la otra y así.
-No sé...John, para mí esto es una mala decisión. Se
van a arrepentir.
-No es una decisión mala, es una decisión necesaria.
Basta de peleas, caras de desprecio, ambiente tenso. Cada uno por su lado y en
paz.
-Sigue pareciéndome mal. Tengan en cuenta mi
opinión, ¿acaso no fui importante?
-No fuiste, lo sos. Pero lamento decirte que la
decisión fue de los cuatro. Serían cuatro contra uno, igual perderías. Y tranquila
Vicky, no es tu culpa, y si alguien lo dice, miente. Las cosas fueron así, lo
sabés.
-Y entonces, ¿qué hago?
-Cantá ahí, frente al micrófono.
-¡Pero si es lo que estaba haciendo!
-A ver Eva, ya sé que hacías eso, pero mirabas para
cualquier parte, la voz se va. Tenés que cantar fuerte y quedarte quieta.
-Paul, ya te dije que esto no era buena idea.
-No es una buena idea, es excelente. Un momento, te
acomodaré los cascos.
-¡Auuu! ¡Me tironeaste el pelo!
-Eva, no sos un beatle, mejor dicho, un ex beatle. No
disponés de todo el tiempo del mundo para grabar. Concentrate, lo intentamos
por última vez, si sale mal seguimos mañana, ¿de acuerdo?
-De acuerdo. –asintió, cansada.
-¿Querés leche?
-¿Leche? ¿A esta hora?
-Para suavizar la garganta.
-No, gracias. Paul, terminemos con esto de una vez.
-Bien.-dio una señal a la cabina. Desde allí,
levantaron el pulgar y comenzaron a grabar.
Su voz llenó el estudio una vez más, esta, sin
fallos ni interrupciones. Cuando terminó, miró a Paul con una amplia sonrisa.
-Esta es la buena.-anunció George Martin-Por hoy
terminamos.
Salieron del estudio rápidamente, se había hecho
demasiado tarde. Como siempre, llovía.
-Nunca creí que una canción llevara tanto
tiempo.-dijo ella poniéndose el cinturón
de seguridad-¿Cómo hacían entonces para grabar un disco entero en un mes?
-Y eso que la mayor parte del tiempo eran tentadas
de risa. La verdad es que no sé cómo lo hacíamos.
-Paul…¿no creés que fue una mala idea acabar con
todo?
-No sé a qué llamás acabar con todo, para mí fue un comienzo.
No quise que esto pasara pero me resigné y ahora lo veo como algo bueno. Voy
por mi propio camino.
-Eso me dicen todos…Pero me gustaba más el camino
que compartían.
-¿Quiere decir que mi trabajo solista no te gusta?
–la miró de reojo, travieso.
-No es eso, claro que me gusta. Pero me refiero a…ya
sabés.
-Eva, no me arrepiento de todo lo que vivimos y
compartimos, pero ya está, eso pasó. Es casi lógico que parezca que lo de antes
era mejor, pero te aseguro que no es así. A veces el presente supera por mucho
al pasado, y puede que al futuro también, pero eso no lo sabemos, todavía.
Simplemente se quedó pensando, mirando a la calle,
los semáforos, la gente que cruzaba apurada aferrada a sus paraguas.
-Hay algo de lo que a veces me arrepiento. –dijo
Paul, cortando aquel silencio.
-¿De qué?
-De haber terminado con vos.
-Paul….-lo miró con severidad, él sólo soltó una
risita.
-De verdad, pero creo que es por lo mismo de que
todo tiempo pasado fue mejor. Eso tiende a confundir.
-Sí, puede ser.-respondió quedamente, mirando a la
calle otra vez.
-¿A vos te pasa lo mismo?
-No. –respondió con contundencia.
-Qué bueno, por lo menos sólo somos tres lo que
quedamos enganchados, y no más. Porque George y Ringo tam…
-Paul, basta.
-Ok, no te molestaré más.
Continuaron el camino en silencio, sólo se escuchaba
el ruido del limpiaparabrisas quitando las molestas gotas.
-¡Cómo estás con tu vida? –preguntó ella, ya cuando
se acercaban a la casa.
-Bien, Linda está embarazada.
-¿Otra vez? Qué bueno, te felicito. Ojalá sea el
varón que tanto esperás.
-Mmm… a esta altura ya no me importa mucho. Me
acostumbré a las niñas, son dulces.
-Paul, no van a volver, ¿no? Sólo pasaron tres meses
y…
-Eva, respeté tu silencio, respetá el mío. Además,
ya sabés la respuesta.
-Tenés razón.
Paul estacionó frente a la entrada.
-Ey, linda casa, me gusta. Pensé que era más grande.
-No, nos gusta así. ¿Querés bajar?
-No, no. Nos vemos el martes.
-Ok, nos vemos.
Se saludaron con un beso en la mejilla, y Paul se
fue rápidamente. Eva suspiró, qué cambiado estaba todo.
Cuando entró a la casa, vio a John subido a una
silla, supuestamente acomodando libros en la biblioteca. Se le cayó uno y
comenzó a maldecir.
-Ey, ey, qué boquita tiene este señor. –riendo se acercó.
-Tengo una boquita para su boquita.-le plantó un
beso cuando se bajó de la silla-¿Y qué tal esa grabación?
-Uff, un puto desastre.
-Hablando de boquitas…
-Bueno, las boquitas tienen que combinar, ¿no? –esta
vez fue ella la que lo besó.
-Ya verás –dijo él, apartándose-que las próximas
grabaciones te salen perfectas.
-John, no habrá una más, es un simple, dos
canciones.
-¿Y los restantes discos de tu prometedora carrera?
-No tenés remedio…-se quitó la cartera, dejándola en
un sillón y caminó hacia la cocina-Ey, ¿comida china?
-La pedí hace un momento, calculé que no tendrías
ganas de cocinar.
-Calculaste bien pero…odio lo oriental.
-Todo porque una japonesa te agarró de los pelos…
-¡John, no es chiste! –gritó desde la cocina.
-No te lo tomes a la tremenda…Ey, si de verdad no te
gusta, pido otra cosa.
-No hace falta. –se asomó, masticando-No está tan
mal, sólo que no sé usar los palillos.
-A ver, traé para mí, quiero probar. –Eva se giró y
John bajó de la silla otra vez-Y no hacen falta esos palitos, comeremos con las
manos, querida esposa.
Se detuvo en seco y agudizó el oído. Se volvió hacia
él.
-¿Qué…?
-¿Qué cosa?
-Ehh…nada, nada…-se volvió, confundida.
-Ah, esperá, me olvidé de decirte algo, aunque no
tiene mucha importancia.
-¿Qué?
-Si te querés casar conmigo.
Lo miró, primero asombrada, pero de inmediato seria.
-John, dejá las bromas. Hoy no es el día de los inocentes,
ni el día de la risa, ni nada de eso.
-Lo que supuse, no tiene mucha importancia. En fin, seguiré
con lo mío…-volvió a subirse a la silla,
a repasar con una franela los lomos de los libros y a silbar una cancioncita,
intercalándola con una sonrisita pícara.
Se lo quedó mirando, más confundida que antes.
-John.
-¿Ah?
-Nada.
Soltó una risita y dejó caer al piso la franela.
-Dejá de esconder la curiosidad, Evita.
-No entiendo nada.
-Yo tampoco. Me hablás, y después me decís “Nada”.
Sos rara ¿eh? Pero ya que tanto insistís, te diré si te querés casar conmigo y
esas cosas.
-John, dejá el juego.
-Está bien, sé que en el fondo sos como cualquier
mujer que sueña con que se lo pregunten así. –rebuscó en sus bolsillos –Mierda,
¿dónde está? Ay no, no me digas…¡acá está!
Sacó el puño cerrado y lo abrió. En la palma de su
mano brillaba un anillo dorado con una piedra azul-¿Y ahora? ¿Qué seguía? No pude
estudiar el guión, perdón. Ah, toca poner una rodilla en tierra. Joder, mi
reuma. Bien, ahora, cumplidos todos los requisitos: Eva Victoria Sheels, DNI
número dos millones…
-John. –lo miró conteniendo la risa pero tomando su
mejor aspecto serio. Él sonrió, cerró la mano, se puso de pie y la tomó por la
cintura, acercando su boca a la de ella.
-Lo sé, basta de bromas. Ahora lo diré bien en
serio. ¿Te querés casar conmigo?
-¿No es broma?
-Desconfiada. No aceptes sólo por el anillo, ¿eh?
-No, no acepto.
-¿Eh? No…¿no te querés casar? –la miró preocupado.
-No acepto sólo por el anillo. Lo acepto por otras
cosas y…basta de charla –le dio un beso apasionado, inesperado para él, pero al
que correspondió con gusto, hasta que la separó.
-Ey, ey, ey, me vas a comer. ¿Debo pensar que esto
es un sí?
-¡Sí! –respondió llena de alegría, dando un saltito.
-Ahora podés comerme. –esta vez la besó él, con más
pasión, y así se dirigieron a la habitación.
-Ja, te dije que el disco sería un fracaso.
-Eva, estamos hablando de miles.
-Paul, dijiste ocho o nueve…-lo miró desconcertada,
dejando su cigarrillo en el cenicero.
-Ocho o nueve mil.
-¿Nueve mil copias vendidas?
-Sí.
-¿Y eso es…?
-Bueno, muy bueno, un gran comienzo.
-Santo Dios…¡Yo no quería esto!
-Evy, Evy –George sonrió-Vamos, no te asustes. Ahora
ya podés seguir y…
-Es que justamente no quiero seguir.
-Estás muerta de miedo, ¿no?
-Sí George. No…no quiero.
-Te vas a arrepentir, no podés desperdiciar esto.
Aceptá hacer otro simple. Con uno más ya está.
-Además, en poco tiempo, ya le habrás tomado el
gustito. –rió Paul.
-No sé…Necesito pensarlo.
-Pero tenés que firmar ahora.
-Dejen de explotarme.
-¡No es explotación! Eva, tenés talento, aprovechalo
hasta donde tengas ganas.
-Paul…
-Eva…vamos.
-Repito, quiero pensar. George, ¿puedo pasear por tu
espectacular jardín?
-Claro que sí, ¿te acompaño?
-Bueno, porque sos callado. Paul, vos no, sos una
máquina de hablar.
Paul rió de buena gana y se quedó tomando su café.
George y Eva salieron al parque, mientras seguían fumando.
-Me encanta, te compraste un excelente lugar.
-Sí, además parece hasta mágico a veces. Podés venir
cuando quieras.
-Gracias Geo, seguramente vendré.
Continuaron la caminata, a veces ella admiraba
algunas flores y él le explicaba cómo se llamaban y de dónde las había conseguido.
-¿Así que te vas a casar? –George la miró de reojo, interrumpiendo
un silencio que se había formado entre los dos.
-Sí.
-Te deseo mucha suerte. Lograste reconquistar a John,
sacárselo a la vieja ésa.
-A veces me da miedo. No sé de lo que será capaz, pero bueno, mejor es no
pensar en cosa malas.
-Evy yo…te quiero mucho, ¿sabías?
-George, no empieces.
-Sí, ya sé que soy pesado pero sólo quería que lo
supieras. Me volaste la cabeza y eso no se olvida nunca.
-Yo tampoco me olvido.
Resopló, mirándose al espejo, cansada pero a la vez
divertida al ver a Jenny y Anne
intentando ponerse de acuerdo.
-¡Te dije que así no! ¡Es imposible que quede bien
si cruzás este mechón para este lado! ¡Queda todo amontonado!
-Ya, pará de gritarme Jennifer. Te dije que va así,
yo lo he visto hacer.
-¡Y yo también!
-Mirá, con esta flor se tapa esto y listo.
-Oiga, oiga, dejen de inventar cosas con mi cabello,
que después de todo yo soy la dueña. Lo dejan suelto, o apenas agarrado, le
ponen las putas flores y hasta mañana.
-Ay, está bien, ¡pero quedará mal!
-Jenny, estás mas nerviosa que yo.
-Es que vos ni siquiera lo estás, no entiendo, sos
la chica de acero.
-Sólo me controlo.
Dante bostezó, aburrido de las mujeres y sus
problemas.
-Mamá,
¿llevaré los anillos y qué más? –preguntó, arrojándose a la mullida cama de
Eva.
-Nada más, te quedás quieto a un costado. Podrías
quedarte quieto ahora también ¿por qué no llevás a Patrick J. a pasear?
Con pocas ganas, el niño se levantó y agarró de la
mano a Patrick, que jugaba en el piso con dos tapitas de perfume.
-A ese chico le falta un hermano. –sentenció Eva.
-O un primo. A ver si te ponés, Eva de
Lennon.-replicó Anne.
-No agregues “de” que no me gusta.
-La chica sin dueño. –rió Jenny-A ver, un poco de
rubor.-¿Y tu madre?
-¿Mi madre? Nada. Cortadas todas las relaciones. Por
favor, no me arruines el momento con eso.
-Ya hay mucha gente. –anunció Anne, mirado desde la
ventana.
-Entonces están todos, no hay muchos invitados.
-Sigue pareciéndome rarísimo que hayas invitado a
Paul, George y Ringo. O sea, ¡son tus ex!
-¿Y con eso? También son amigos de John.
-¿Lo siguen siendo? –Jenny la miró, dudando.
-Sí, aunque no lo creas, y seguirán siéndolo.
-Bueno, ya está. Terminamos todo. ¿Te dejamos sola?
-Llamen a John.
-Ni locas, no te tiene que ver, es para que tengan
suerte.
-Tendremos suerte, Anne. La tendremos con o sin esas
cosas.
El parque estaba lleno de gente, aunque no era muy
grande. Al costado de la casa, había sillas blancas, una mesa con velas y
flores ante la que el juez esperaba, paciente, y una alfombra roja. Mas atrás,
las mesas y sillas dispuestas para el almuerzo. Por todos lados había muchas
flores, que Jenny se había empeñado en poner. Ya todos estaban en sus sitios,
salvo Dante que perseguía a Heather, la hijastra de Paul, para darle un beso.
Al fin Anne y Paul calmaron a los niños, que entre risas se acomodaron en sus
lugares.
Anne peinó con la mano a su hijo y Dante avanzó
sobre la alfombra, impecable, con una pequeña canastita entre las manos, y
llegó hasta donde el juez y John estaban. John le sonrió, por no poder hacer otra
cosa. Todos los anteriores días se lo había tomado en broma, pero en se momento
estaba tan nervioso que creía desmayarse. Nunca se imaginó que algún día se
casaría, y menos con ella.
Eva avanzó, con una sonrisa también cargada de
nervios. Ella tampoco se imaginaba que en algún momento de su vida llegaría ese
día, lo veía muy lejano.
Llegó hasta él, que la vio casi como una aparición
del cielo, con su vestido casi túnica color lila con una larga cinta violeta
que ceñía su cintura y su cabello ondulado, que despedía aquel perfume que
tantas veces lo había embriagado, adornado con florecitas blancas. Sí, era como
un ángel.
Lo tomó de la mano, necesitaba su contacto porque sentía
que se caía, y sabía que él, siempre él, era el único que le daba seguridad.
-Te amo. –le susurró él y ella respondió con una
sonrisa mirando al juez, pero apretando aún más su mano, un gesto que a él, en
otro momento, le habría parecido insignificante, pero que allí le parecía la gloria.
El juez comenzó con sus palabras, aburridas
palabras acerca de la unión civil, sus
obligaciones, sus derechos, sus pros y sus contras. Si le ponían atención,
parecía que el tipo estaba haciendo esfuerzos para que desistieran del casamiento
y se pelearan allí mismo. Seguramente la pasaría muy mal en su casa con su
mujer.
Al fin llegó el momento de los anillos. Dante los
acercó, solícito, y John tomó uno, se le notaba el temblor en la mano, Eva sonrió.
John le colocó el anillo y ella hizo lo mismo. No pronunciaron votos, ya había
demasiadas palabras allí, innecesarias cuando se podían decir todo con la mirada.
Luego el juez los hizo firmar y pronunció las tan
conocidas preguntas que definían todo.
-John Winston Lennon, ¿acepta por esposa a Eva Victoria
Sheels, para amarla y respetarla en la riqueza y en la pobreza, en la salud y
en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?
-Sí, claro que sí. –respondió con una amplia sonrisa,
mirándola.
-Eva Victoria Sheels, ¿acepta por esposo a John
Winston Lennon para amarlo y respetarlo en la riqueza y en la pobreza, en la
salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?
-Sí, acepto. –respondió igual de sonriente.
-Entonces los declaro marido y mujer. Puede be…-no
continuó, John ya sabía todo eso de memoria y procedió a besar a Eva como si no
hubiera mañana. Ella se separó, riéndose.
-Hay niños, John…
Luego de comer y divertirse durante toda la tarde, y
de saludar a todos antes de partir rumbo al viaje que John había preparado para
Eva, Ringo se acercó a ella y la tomó de un brazo.
-Vení.
-Pero…
-Vení.
La llevó hasta un lugar apartado del parque, ya casi
completamente a oscuras. Allí vio a Paul y a George.
-Eva, queríamos decirte que te deseamos lo mejor.-comenzó
Ringo-Siempre serás una mujer importante en nuestras vidas. No sé qué nos pasó,
cómo pudimos….amarte tanto. Pero supongo que serán misterios del amor, y bueno,
¿para qué tratar de entenderlos? No sé si, en el fondo de tu corazón, aún nos
tenés presentes, si no es así, no reclamamos nada.
-Sabemos porqué fue.-dijo George, interrumpiéndola,
ya que ella quería decir algo-Pero bueno, hablaré por mí, yo te sigo queriendo.
Quizás no con el amor que te tenía, es sólo cariño…Por eso quiero que seas feliz,
muy feliz.
-John es un idiota-sonrió Paul-pero es un gran
hombre, ya lo sabés. Y creo que elegiste muy bien. Creo que todos elegimos
bien.
-Gra…gracias chicos. Aprendí mucho de la vida
gracias a ustedes, y no me arrepiento de nada, absolutamente de nada, y también
creo que elegimos lo correcto.
-Perdonanos por todo. -Paul se acercó a ella-Y perdonanos
por esta despedida.
Le tomó el rostro con suavidad y acercó sus labios a
los suyos. Le dio un beso corto, simple, pero cargado de sentimientos. Cuando se
separó, ella lo miraba asombrada, sin poder creerlo.
-Sí, creételo Vicky. –John apareció por detrás, y al
parecer, adivinando pensamientos.
-¡John! Yo…eh…
-No me expliques, ya lo sé.
-John, ¿vas a permitir que me besen?
-¿No lo he permitido antes? Vamos, esta será la
última vez. Quiero creerlo, ¿no? –miró amenazadoramente a los otros tres, que asintieron
riendo.
-Esto es una locura. -se levantó un poco el vestido,
para salir caminando con rapidez. George, sin embargo, la tomó de un brazo, impidiéndoselo.
-¿Acaso no fue locura lo que vivimos? Vamos, que sea
una última locura.
-Pero…
No pudo seguir, George la tomó con delicadeza y le
dio un beso igual al de Paul.
-Cuidate.-le dijo al separarse. Eva no pudo menos
que sonreír.
-Sigue pareciéndome un disparate. O sea, no es
normal que en el casamiento te besen los amigos del novio.
-Sí, nosotros somos súper normales.-dijo Ringo en
medio de una carcajada-Vamos Evy, basta de quejas.
-Pero es que…
Recibió de Ringo un último beso que la interrumpió, un
beso tan lleno de cosas lindas como los anteriores. Cuando se separó, vi la cálida
sonrisa de él, la sonrisa por la que siempre había muerto de ternura.
-Si todo empezó a así, que terminé así también, ¿no?
–John, para rematar, también la besó.
Después de semejante cosa, no le quedó más que
reírse y llorar a la vez. Era rarísimo y
bello, triste y feliz. Era todo, todos los sentimientos ahí, en cuatro
personas. Lo mejor era que ya no sentía esa duda, ni esa confusión, ni nada,
porque era ver a John y sentir que se le paraba el corazón.
-¡Que venga el fotógrafo! –gritó John, corriendo
hacia donde estaba la gente, aún festejando. De allí arrastró al fotógrafo, que
estaba muy entretenido tomando vino.
-Genial idea, vamos, vamos. –dijo George entusiasmado.
Se acomodaron los cuatro alrededor de ella, que
todavía no sabía qué pensar de todo aquello.
-¡Una sonrisita por favor! –pidió el hombre, antes
de que brillara la luz del flash.
Y allí terminó todo. Quedó una foto, donde cada uno
mostraba su sonrisa más sincera. Quedó ese amor flotando en el aire, ese amor
inexplicable, pero no imposible. Y quedó esta historia.
FIN
Hasta aquí, Eva. No voy a mentir si digo que se me
escapó una lágrima traicionera, que siento un vacío raro dentro de mí y que me
está costando mucho poner la palabrita “Fin”. Palabrita chiquita y con tanto
significado. Y cómo no va a costar, si desde junio del 2011 que estoy compartiendo
alegrías y penas junto a Eva y junto a
todos los personajes de esta historia. No sé si fue buena, no sé si fue mala,
quizás no tenga ni pies ni cabeza, pero es mía, y con eso soy feliz.
Agradezco a todos/as aquellos/as que leyeron, aunque
sea una sola vez este fic, pero principalmente quiero agradecer a alguien muy
especial: Cris, a vos te dedico, no este final, sino todo el fic, porque
gracias a él un día apareciste en mi vida, con tus comentarios súper chistosos,
con tus reflexiones filosóficas, con tus ganas de matar a alguien, pero sobre
todo, con un maravilloso tesoro: tu amistad. ¿Cómo no estarle agradecida a Eva,
si gracias a ella te conozco?
Y ahora, dejando los pañuelos llenos de lágrimas y
mocos a un lado, y haciendo como que
este no es el último capitulo, les dejo la canción. Las canciones fueron
muy importantes a partir de que me di cuenta que podía inspirarme gracias a ellas,
que sus letras reflejaban lo que yo también quería reflejar. La mayoría aparecieron
“mágicamente”, a veces incluso dando la solución a algún que otro estancamiento
que tenía al escribir.
En este caso, puse “Inolvidable”. Podría haber
puesto “The End” pero resultaba muy obvio jaja, y apareció esta con su genial
“En la vida hay amores que nunca pueden olvidarse”
Y bueno, ahora sí me voy, que esto está mas largo
que el capitulo. Agradezco nuevamente a todos, y agradezco la posibilidad de
escribir que tengo, de imaginar pavadas, pero imaginar.
Que Dios, Alá, Jehová, Buda, John, George, o en
quien crean, los bendiga mucho.
María.